De los duelos, de la vida y de detenernos a pensar

Tremendas lecciones pandémicas. Si algo hemos aprendido, quiero pensar, es que la vida es única, no es eterna y que tampoco podemos dar por hecho tenerlo todo. Especialmente cuando hablamos de salud, tiempo y personas. La pandemia nos hizo, al menos a algunos, aterrizar ideas sobre la vida y especialmente sobre la muerte. No, generalmente no nos detenemos a pensar en la muerte pues ninguno de nosotros quiere dejar de existir y mucho menos que sus seres queridos dejen de existir. Ninguno de nosotros se detiene a pensar detalladamente en algo tan, pero tan doloroso.

Sin embargo, llega una edad, la de nosotros los adultos ahora padres en la que es inevitable planear y de vez en cuando viendo al techo preguntarse. ¿Y si muriera yo hoy? Quién se encargaría de todos estos planes y responsabilidades que tengo?

Nadie nos prepara. No hay manuales para prepararnos ni mucho menos para preparar a los otros de nuestra partida. Lo cierto es que aunque muchas veces se diga que todos somos reemplazables, no siempre es verdad y mucho menos cuando se trata de seres muy queridos o de mentores y maestros.

Si hay algo en lo que somos todavía menos expertos es en el discurso que utilizamos. No es nuestra culpa. Nadie nos enseñó nunca que sentiríamos el dolor de la partida de un ser querido o amigo. Algunos de nosotros, tristemente, hemos sido testigos de la partida de personas importantes y aún así, con algo de experiencia esto no es menos doloroso en ninguno de los casos.

Esta semana fui receptor y lector de más de cien mensajes distintos en distintos idiomas con mensajes varios sobre el fallecimiento de un amigo y mentor.

Concluyo que los seres humanos somos buscamos la forma de hacer sentir mejor a los demás muchas veces hiriendo sin intención de hacerlo. Y me quedo pensando, quién nos tendría que haber enseñado a todos y cómo se aprende a demostrar empatía y apoyo, quién le enseña a nuestros hijos y amigos a hacer llegar mensajes de ánimo que generen alivio y no tristeza e incomodidad.

Si bien este es un tema que difícilmente puede abordarse en una entrada pequeña de un blog, estoy segura de que además será recibida de distinta forma por muchos pues, no todos atravesamos por estos duelos y las pérdidas de la misma forma.

Y no todas estas formas son siempre tan saludables como quisiéramos que fueran.

Lo que sí se y tengo muy claro es cómo me gustaría que se acercaran a los míos en caso de que fuera yo quien ya no pudiera seguir escribiendo. Y ya que tengo tu atención, las mismas reglas deberían aplicar cuando hablamos de divorcios aunque claro, quizá pienses que soy absurda y que no se parecen ni remotamente la muerte y el divorcio.

Hay dos preguntas que no terminan de gustarme.

  1. ¿Cómo estás, cómo vas?: Esta pregunta me ha pensar en más de una vez en dejar de contar cosas personales. Para mí, y claro no espero que sea igual para todos, implica progreso, vas mejor que ayer? Si se trata de un problema ya lo resolviste Si se trata de la pérdida de la salud o de un ser querido, no siempre es sensato preguntar cómo se está o cómo se va. Prefiere mensajes dedicados en vez de preguntas. Qué tal algo como “hoy estoy pensando en ti y te mando un abrazo". Preguntar cómo estás o cómo vas hará que quien sufre reviva el momento y creeme, creo que , cuando quiera hablar de ello lo va a hacer. Además, lo más probable es que la respuesta real a esa pregunta tan vacía sea algo como “mal, estoy mal” pero pocos van a contestarte así.

  2. ¿Sabes qué le pasó?: Esta es la peor pregunta de todas. Cuando alguien fallece lo primero que pasa por mi mente es lo mucho que será extrañada esa persona, la mucha falta que hará, el dolor que probablemente atraviesen sus seres queridos. Realmente importa por qué murió una persona? No es más importante acaso que vamos a extrañarle? Las personas que darán esta respuesta la darán cuando sea su papel hacerlo. A nosotros, los amigos no nos corresponde dar esa respuesta y aunque fuera así, ¿generará paz? ¿generará menos tristeza a quien pregunta? Prefiere nuevamente mensajes dedicados. “que tristeza más grande, el mundo va a extrañarlo (la) mucho”.

Lo que sí podemos y deberíamos hacer

  1. Se amable. Los duelos y la tristeza se vive de diferentes formas. Algunos optaremos por escribir y cantar, otros preferirán ver netflix, otros estarán enojados, otros estarán confundidos. Se amable, procura a quien está atravesando el momento complicado.

  2. Se paciente. La tristeza no es algo que podamos borrar de un momento a otro. Ser paciente en estos casos es darle espacio al otro si así lo prefiere, recordar que lo más probable es que esté teniendo una lucha interna y que quizá no recibamos las respuestas que buscamos. Seamos pacientes.

  3. Se afectuoso. Las personas tristes necesitan afecto. ¿Te gustaría ir conmigo a caminar? ¿Te gustaría tomar un cafecito? ¿Qué tal dos minutos lejos de la computadora para un abrazo?

Al final del día, tristemente (o afortunadamente según como se observe) se acercará a ti quien realmente está y estará para ti no solo en las buenas, sino también en las malas.

Espero que esta entrada te haya invitado a la reflexión, que los momentos tristes también nos sirvan para abrazar y para recordar que es maravilloso estar vivo.


Anterior
Anterior

Terminología 101: normoglucemia

Siguiente
Siguiente

Dulce o truco, yo prefiero el truco.